domingo, 9 de septiembre de 2012

Con que derecho.



 
El proyecto tratado esta semana en el Senado en la Comisión de Asuntos Constitucionales referido a que los jóvenes de 16 años puedan votar, generó una multiplicidad de reacciones emitidas por aquellos temerosos de la ampliación de derechos en nuestro país.  

Cada vez que la Argentina se presta a ampliar los derechos de los ciudadanos, diferentes personajes con inverosímiles teorías, que responden ideológicamente a ese núcleo de pensamiento de la restricción de derechos, resurgen. Son restrictores de derechos per se.  Le temen por sobre manera a la generación de derechos  oponiéndose a como de lugar. Si su misión fracasó y ese nuevo derecho se convirtió en ley o fue instituido socialmente, se convierten en conservadores de los nuevos derechos, incluso se aprehenden de ellos, pero el objetivo invisible es la no ampliación. 


¿Con qué derecho pretenden tener vacaciones pagas?
¿Con qué derecho pretenden cobertura social?
¿Con qué derecho quieren elegir?
¿Con qué derecho se quieren casar los homosexuales?
¿Con qué derecho?

Claro está, que la conquista de derechos ciudadanos está lejos de ser un proceso evolutivo y mucho menos irreversible. Nuestro país tiene claros ejemplos de ello.

La reforma constitucional de 1949 bajo el primer gobierno de J. D. Perón da nacimiento al modelo de ciudadanía social, plasmado en el artículo 14 bis. La conquista, generación y ampliación de derechos son consagrados en un modelo que apuesta a la integración social que se construye a partir del acceso a los derechos sociales, los cuales son siempre cambiantes en una comunidad. Esto nos lleva a la noción de ciudadanía como marco de integración social y de desarrollo de las potencialidades humanas. Ser ciudadano  constituye una categoría histórica que evoluciona en el mundo de la vida cotidiana y que, con el transcurso del tiempo, va asumiendo distintos contenidos. No se trata de una capacidad personal, sino que está estructurada socialmente a través de las leyes que le otorgan un cierto grado de permanencia.  Es así como los ciudadanos tienen sus  derechos garantizados constitucionalmente por el hecho de ser miembros de una comunidad.

La reforma constitucional de 1994, bajo la era menemista,  introduce la figura del Consumidor y Consumidor-Usuario, como lo refleja el artículo 42 de la Constitución. De esta manera los derechos sociales  quedan sujetos a las normas del mercado. El modelo neoliberal se caracteriza por la institucionalización de la precariedad y la multiplicación de los estatus laborales, como por la expulsión de vastos contingentes del mundo del trabajo. Precarizados, privados de una inserción laboral u obligados a aceptar condiciones inhumanas de trabajo (extensión de las jornadas, trabajo en negro, tercerización,  entre otros), los ciudadanos fueron despojados de sus derechos sociales y debieron aceptar, en la mayoría de los casos, indefensos, la redefinición de las reglas de juego ahora determinadas, no por el Estado sino por el mercado. Es así que a medida en que la relevancia del consumidor usuario se impone en la nueva matriz social, el eclipse del modelo de ciudadanía social es directamente proporcional.

Los jóvenes dentro de la nueva categoría de consumidores, pasan a ser un objetivo primordial de las normas del mercado. Convirtiéndose así, en uno de los sectores más desprotegidos por el estado neoliberal. La relación de los jóvenes y la política en los 90’ estuvo  caracteriza por el desinterés hacia la política y la escasa participación.

Luego de los lamentables sucesos del 2001-2002, los argentinos deciden romper con el esquema neoliberal. El gran sujeto social, que había sido forjado bajo el neoliberalismo, empieza a cobrar vida. Tal vez cabría la pregunta sí los jóvenes de los 90’ tenían apatía hacia la política en general, o tenían  rechazo a un modelo de hacer política del cual no encontraban como escapar. La juventud pasó de ser maravillosa a ser peligrosa o carecer de futuro.

El significado de la relación juventud-política se ha reconstruido fundamentalmente a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina, cobrando nuevos sentidos. Es  importante debatir que rol debe cumplir la juventud en los procesos sociales. Los jóvenes no queremos ser jóvenes conformistas, pensamos que de alguna manera, ese adaptarse a “lo que hay” viene a negar la idea misma de juventud como sujeto social. Los  jóvenes nos hemos decidido a participar fuertemente en  la construcción de una nueva política, nos  hemos decidido a  disputar nuevamente el sentido de la política. Los jóvenes queremos ser, queremos participar. Háganlo en nombre de los jóvenes que el Estado persiguió, secuestró, torturó, desapareció durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, o háganlo en nombre de los jóvenes que el Estado asesinó durante la Guerra de Malvinas, pero déjennos ser, déjennos participar. Sólo háganlo.

¿Con qué derecho pueden sostener que los jóvenes no están capacitados?
¿Con qué derecho pueden afirmar que los jóvenes no saben lo que quieren?
¿Con qué derecho se les puede negar concederles nuevos derechos sociales?
¿Con qué derecho se sostiene que son manejables sus cabezas?
¿Con qué derecho?

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