El
proyecto tratado esta semana en el Senado en la Comisión de Asuntos
Constitucionales referido a que los jóvenes de 16 años puedan votar, generó una
multiplicidad de reacciones emitidas por aquellos temerosos de la ampliación de
derechos en nuestro país.
Cada
vez que la Argentina se presta a ampliar los derechos de los ciudadanos,
diferentes personajes con inverosímiles teorías, que responden ideológicamente
a ese núcleo de pensamiento de la restricción de derechos, resurgen. Son
restrictores de derechos per se. Le
temen por sobre manera a la generación de derechos oponiéndose a como de lugar. Si su misión
fracasó y ese nuevo derecho se convirtió en ley o fue instituido socialmente,
se convierten en conservadores de los nuevos derechos, incluso se aprehenden de
ellos, pero el objetivo invisible es la no ampliación.
¿Con
qué derecho pretenden tener vacaciones pagas?
¿Con
qué derecho pretenden cobertura social?
¿Con
qué derecho quieren elegir?
¿Con
qué derecho se quieren casar los homosexuales?
¿Con
qué derecho?
Claro
está, que la conquista de derechos ciudadanos está lejos de ser un proceso
evolutivo y mucho menos irreversible. Nuestro país tiene claros ejemplos de
ello.
La
reforma constitucional de 1949 bajo el primer gobierno de J. D. Perón da
nacimiento al modelo de ciudadanía social, plasmado en el artículo 14 bis. La
conquista, generación y ampliación de derechos son consagrados en un modelo que
apuesta a la integración social que se construye a partir del acceso a los
derechos sociales, los cuales son siempre cambiantes en una comunidad. Esto nos
lleva a la noción de ciudadanía como marco de integración social y de
desarrollo de las potencialidades humanas. Ser ciudadano constituye una categoría histórica que
evoluciona en el mundo de la vida cotidiana y que, con el transcurso del tiempo,
va asumiendo distintos contenidos. No se trata de una capacidad personal, sino
que está estructurada socialmente a través de las leyes que le otorgan un
cierto grado de permanencia. Es así como
los ciudadanos tienen sus derechos
garantizados constitucionalmente por el hecho de ser miembros de una comunidad.
La
reforma constitucional de 1994, bajo la era menemista, introduce la figura del Consumidor y
Consumidor-Usuario, como lo refleja el artículo 42 de la Constitución. De esta
manera los derechos sociales quedan
sujetos a las normas del mercado. El modelo neoliberal se caracteriza por la
institucionalización de la precariedad y la multiplicación de los estatus laborales,
como por la expulsión de vastos contingentes del mundo del trabajo.
Precarizados, privados de una inserción laboral u obligados a aceptar
condiciones inhumanas de trabajo (extensión de las jornadas, trabajo en negro,
tercerización, entre otros), los ciudadanos
fueron despojados de sus derechos sociales y debieron aceptar, en la mayoría de
los casos, indefensos, la redefinición de las reglas de juego ahora
determinadas, no por el Estado sino por el mercado. Es así que a medida en que
la relevancia del consumidor usuario se impone en la nueva matriz social, el
eclipse del modelo de ciudadanía social es directamente proporcional.
Los
jóvenes dentro de la nueva categoría de consumidores, pasan a ser un objetivo
primordial de las normas del mercado. Convirtiéndose así, en uno de los
sectores más desprotegidos por el estado neoliberal. La relación de los jóvenes
y la política en los 90’
estuvo caracteriza por el desinterés
hacia la política y la escasa participación.
Luego
de los lamentables sucesos del 2001-2002, los argentinos deciden romper con el
esquema neoliberal. El gran sujeto social, que había sido forjado bajo el
neoliberalismo, empieza a cobrar vida. Tal vez cabría la pregunta sí los
jóvenes de los 90’
tenían apatía hacia la política en general, o tenían rechazo a un modelo de hacer política del
cual no encontraban como escapar. La juventud pasó de ser maravillosa a ser peligrosa
o carecer de futuro.
El
significado de la relación juventud-política se ha reconstruido fundamentalmente
a partir de los gobiernos de Néstor y Cristina, cobrando nuevos sentidos. Es importante debatir que rol debe cumplir la
juventud en los procesos sociales. Los jóvenes no queremos ser jóvenes
conformistas, pensamos que de alguna manera, ese adaptarse a “lo que hay” viene
a negar la idea misma de juventud como sujeto social. Los jóvenes nos hemos decidido a participar
fuertemente en la construcción de una
nueva política, nos hemos decidido a disputar nuevamente el sentido de la política.
Los jóvenes queremos ser, queremos participar. Háganlo en nombre de los jóvenes
que el Estado persiguió, secuestró, torturó, desapareció durante el “Proceso de
Reorganización Nacional”, o háganlo en nombre de los jóvenes que el Estado
asesinó durante la Guerra de Malvinas, pero déjennos ser, déjennos participar.
Sólo háganlo.
¿Con
qué derecho pueden sostener que los jóvenes no están capacitados?
¿Con
qué derecho pueden afirmar que los jóvenes no saben lo que quieren?
¿Con
qué derecho se les puede negar concederles nuevos derechos sociales?
¿Con
qué derecho se sostiene que son manejables sus cabezas?
¿Con
qué derecho?
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